domingo, 24 de abril de 2011

"Me caga la postura de los músicos experimentales", entrevista a Alonso Arreola

Con motivo de la edición en DVD de Las Partículas Horizontales -presentación en México de Michelle Houllebecq al lado de Alonso y Chema Arreola- así como del ya próximo lanzamiento de CRUENTO, el nuevo disco de Alonso, rescato esta entrevista publicada en el fanzine LEÑAVERDE hace ya varios meses.



(Alonso camina, rumia palabras. Caminar es su forma de pensar, como si con sus pasos recorriera, además del espacio, ese laberinto mental que también habita. Cansado, toma asiento y nota que está lloviendo. En la mesa descansa un libro: “La posibilidad de una Isla”, de Michael Houellebecq. Alonso lo mira. No entiende cómo ese libro acabó por romperle la madre. Traga saliva.)



Sobre la Barranca


Alonso: Siempre he tratado de regirme bajo ciertos cánones estéticos pase lo que pase. La Barranca era un proyecto donde se podía hacer eso. Lo cierto es que José Manuel Aguilera hace muy buenas canciones. Y fue muy grato haber tenido la oportunidad de brindarle a las canciones -junto con Alex y mi hermano y Alex- ese tinte progresivo que tanto nos interesa y que fue lo que más nos hermanó mientras tocamos juntos.

La bronca es la democracia que implica el concepto de banda. Puede tornarse en algo incluso destructivo. En una banda siempre será necesario que exista un balance entre todos los miembros, sus intereses, tiempos de vida… muchas cosas. En este momento de mi vida yo ya no regresaría al rock de canción. Hay un punto en que es necesario ser dictadores de nuestros propios proyectos. Eso es lo que intento hacer ahora.

La Barranca me dio la oportunidad de madurar musicalmente, de trabajar bajo ciertos límites. Y es que por más experimental que pretendas ser, si no tienes claras las premisas que buscas responder, entras en una zona caótica que luego se refleja en la música. Hay que saber guardar ciertos límites para tener un marco de acción. El hombre piensa mejor cuando está ante un problema.





Sobre Música Horizontal


(Alonso recuerda otra tarde en que también pensaba y caminaba pensando. Acababa de grabar su primer disco solista: Música Horizontal y en él pensaba. Hojeaba libros mientras se rascaba la cabeza y seguía caminando. Sus ojos de pronto se detuvieron en una edición de El Quijote; recordó entonces la dedicatoria que Cervantes hizo al duque de Béjar. Claro: hasta Cervantes tenía patrocinadores.)


Alonso: La idea de regalar el disco surgió en ese momento. Pero no quería remitirme a la idea chocante del patrocinador. Se me ocurrió que en vez de buscar a un benefactor que diera mucho, debería buscar a muchos benefactores que dieran poco. La idea fue que cada uno de estos benefactores se hicieran responsables de la existencia de una rola. Por una coincidencia sucede que ese mismo año gente como Prince, NIN, Radiohead y muchos otros se montan en el mismo barco y comienzan a regalar su música por Internet. Eso me benefició muchísimo porque convenció a mucha gente de que éste era el camino correcto.

El no vender un disco no tiene que ver con renunciar a un negocio. No puedes pedirle a los productores, diseñadores, maquiladores, etc. que trabajen gratis. El chiste es generar nuevos modelos de negocio y ése también es un trabajo creativo. Mi siguiente disco, por ejemplo, Música para ser Niños, no estaba pensado para ser gratuito. Sin embargo, a tres días de salir a la venta, Sears nos compró 10 mil unidades que regaló durante todo un mes en sus tiendas. En un mes se regaló el mismo número de copias que regalé en un año de mi disco anterior.



Sobre Música para Ser Niño


Alonso: Este disco fue pensado después de que un amigo melómano me propuso hacer un disco para bebés. Se llama Música para Ser Niño porque es un disco pensado para bebés y para adultos que, desde diferentes extremos, se acercan a la niñez por medio de la música.

Una de las decisiones vitales que he tomado con mi pareja es la de no tener hijos; hacer este disco fue como tener uno.

Trato de hacer música disfrutable para todos a pesar de que el proceso creativo de una rola pueda ser muy complejo. Al ser un disco hecho para bebés representó un verdadero reto. Me caga la postura de los músicos experimentales, clavadísimos, que hacen música genial para unos cuantos melómanos muy clavados en su pedo.





Sobre Suspendido


(Tampoco soporta la idea de quedarse quieto ante algo que le ha afectado emocionalmente. Alonso tiene que ofrecer una respuesta a aquello que lo ha dejado devastado, sentado en una tarde de lluvia, con la mente en blanco, mirando ese libro.)


Alonso: Me gusta mucho la danza contemporánea y yo había seguido la trayectoria de una compañía mexicana llamada La Manga. Cuando algo me impresiona o me gusta, necesito ofrecer algún tipo de respuesta. Hacer algo al respecto. Una vez los fui a ver, al final de la presentación les dije que me gustaba mucho lo que hacían y les regalé mi disco. Un año después me hablaron para decirme que les gustaría que hiciera la música para su nuevo proyecto.

Suspendido es en realidad el soundtrack de la coreografía En Vida Hermana, la última producción de La Manga. La coreografía es en sí toda una analogía sobre el proceso creativo y los diversos avatares que pueden ocurrir en un concierto y en la vida de una banda de rock. El disco intenta también expresar todas esas cosas: la falsa sorpresa del público, la ignorancia de la crítica, los errores de la banda en vivo, la lucha de egos, todos esos aspectos de la vida de un grupo que al final son aspectos exacerbados de la vida misma.




Sobre Partículas Horizontales


(El público tiembla, no se sabe si por el frío o por miedo. Es de noche y en la Casa del Lago, Chema y Alonso Arreola tocan sus instrumentos mientras una figura enigmática se bambolea al ritmo de la música, arrojándonos una poesía dura en un francés malencarado. Ese hombre, sí, es Michelle Houellebecq.)


Alonso: Me gusta que pasen esas cosas. Abrir paréntesis creativos donde aparentemente no hay nada. Y sucede que cuando algo me impacta tan profundamente, me obligo a hacer algo al respecto. Siempre. Es una forma de hacerme responsable de mis sentimientos. Cada libro de Houellebecq me rompía la madre, pero La Posibilidad de una Isla en verdad me dejó muy afectado.

Conseguí el e-mail de Michelle y le envíe un correo muy breve y conciso. Iniciamos entonces un intercambio de mensajes y materiales; cuando lo creí más oportuno lo invité a presentarse en México. Aceptó y preparamos este show. Lo que yo intentaba era que no fuera simplemente una lectura de poesía musicalizada. El reto era lograr la energía de una banda de rock, la música no tenía que ser sólo música de fondo. Michelle respetó todas nuestras ideas; posee además una sensibilidad musical impresionante, es un genio a fin de cuentas.

Nos presentamos en Casa del Lago y, un día después, en Oaxaca. Después de eso fuimos a Monte Albán y esa noche, al calor de unos mezcales, platicamos. Y fue por esa plática, sólo por esa charla en donde Michelle respondió ciertas preguntas que me habían surgido al leer La Posibilidad de Una Isla... nada más por escuchar esas palabras fue por lo que yo hice todo ese desmadre. Hasta entonces fue que pude cerrar el capítulo que abrí un año antes, cuando leí la última página de su novela.

Más info acá: http://www.alonsoarreola.com/

lunes, 4 de abril de 2011

Tortoise en México

El pasado miércoles 23 de Marzo, uno de los mayores exponentes del post-rock, se presentó en el Foro Voilá Antaras. He aquí la crónica de lo que pasó ahí dentro.

La colonia Polanco, refugio para turistas, empresarios o escapistas de la crisis, parece situarse siempre como detrás de una vitrina y la Plaza Antaras no es la excepción. La gente luce aburrida; supongo que el hastío es el precio a pagar por fingirse primer mundo. En el reloj son apenas las ocho; el concierto está anunciado a las nueve y media. Carajo, me digo mientras camino entre tiendas de lujo desiertas, rodeadas de árboles artificiales y luces tenues. En un lugar en donde la prisa engreida es la etiqueta obligatoria, el exceso de tiempo y los bolsillos vacíos lo dotan a uno de la extravagancia suficiente para considerarse no sólo intruso sino, además, indeseable. En resumen: que no te importe estar jodido puede tacharse de arrogancia en ciertos sitios.

Pero entremos en materia sonora. Porque no andaría paseando mi tedio por estos rumbos si no tuviera una buena razón y esa razón -señoras y señores- se llama Tortoise. Ubicado dentro de la ya mentada Plaza Antaras, el Foro Voilá acogerá en un par de horas a este quinteto de Chicago, principal abanderado del llamado Post-Rock y responsable de seis álbumes en donde la vanguardia sonora y la originalidad creativa han sido la constante.

El jazz de John Coltrane y el minimalismo de Steve Reich conjugados con elegancia; la estridencia del punk dentro de la sutileza del ambient; la música electrónica derivando en rock progresivo. Así, dicen los críticos, el campechaneo fino se llama Post-rock. Claro, puede pensarse que es otra vieja y pretenciosa etiqueta, un vano intento de clasificar lo inclasificable. Todo esto es cierto... hasta que asistes a un concierto de Tortoise.

Porque ahí están ya los golpes, el telón abriéndose, las dos baterías a cargo de John Herndon y John McEntire. Gigantes. El sonido se impone en cada compás y de pronto la guitarra de Jeff Parker nos agarra del cuello lanzàndonos hacia lo impredecible. No hacen falta palabras: la pura música es suficiente para decirlo todo. Un ritmo nuevo aparece, otro se esfuma. Qué difícil decidir por dónde empezar a degustar la belleza; mejor claudicar, abandonarse.

Hay algo que distingue al Voilá de los otros foros citadinos: se escucha perfecto. La acústica del lugar es impecable y eso parece venir añadido en el precio de las cervezas: "80 pesos, joven". Gracias, tal vez después.

John Hernon deja su sitio en la batería para ocupar los vibráfonos junto con Dan Bitney. Suenan los primeros arpegios de Suspention Bridge at Iguazú Falls. Una gran canción; lenta, hecha de agua. Le sigue Minors, incluida en su nuevo disco Beacons of Ancestorship, llena de cadencias sutiles pero contundentes y en donde el bajeo de Doug McCombs parece abrillantar aún más la ya de por sí luminosa guitarra de Parker.

A mi alrededor las luces oscilan; algunos cierran los ojos, otros se mantienen absortos ante esos músicos ya veteranos que, de buenas a primeras, a media canción si así lo quieren, cambian de sitio y de instrumento. Ahí está John McEntire por ejemplo, ahora detrás de un sintetizador al centro del escenario. Tiene la mirada fija en el vacío, el cuerpo rígido; la figura de un capitán demente a cargo de una nave espacial. De sus dedos surgen las primeras notas de algo que suena como al soundtrack ácido de una porno futurista. Después todo es alucine, un viaje sincopado y perfecto hacia una galaxia nacida ahora mismo. Monica, se llama la canción, otra del nuevo disco.

De pronto todo calla. Quedamos suspendidos, trémulos. La guitarra de Jeff Parker nos arranca a todos un escalofrío y Along the Bank of Rivers nos deja flotando en el espacio, a la deriva. Enseguida todo se precipita, las guitarras aceleran, entran en turbulencia. Un bajo lleno de saltos simétricos acompaña la dulce melodía de los vibráfonos. De nuevo el sintetizador, a cargo de McEntire, nos seduce, nos atraganta las orejas de notas casi sólidas. Un madrazo limpio, bello, nos cierra el hocico a todos. Entiendo entonces que el post-rock no se refiere a una clasificación musical, sino a una clasificación sonora. Más allá de los recursos melódicos, armónicos y estructurales, el post-rock es una manera de entender y abordar el sonido. Y ahí está Prepare your Coffin, o cualquiera de las otras 16 rolas que los de Chicago ejecutarán esta noche, para confirmarlo.

Después de un breve encore, Tortoise regresa con Yinxianghechengqi, una rola casi free-jazz en donde lo único claro es la melodía disonante del teclado. Sin darnos tiempo para recuperarnos, caen los primeros golpes de Glass Museum en los vibráfonos y ya nadie puede resistirse. Nos dejamos llevar de la mano a través de ese laberinto de espejos, como si fuéramos niños. Nos perdemos con gusto en cada acorde, en los ecos del vibráfono, en la guitarra hipnótica.

Se escuchan gritos de júbilo, estos ancianos han logrado alegrarnos la existencia por ya más de una hora y media. Pero la noche casi termina. Ahora soy yo el que cierra los ojos ante la extrañeza de Seneca. Cada nota hace un agujero en mi cabeza y hay una ventana que se abre dejando entrar un río transparente. A veces la música logra encender esas zonas internas en donde está vetado el pensamiento. Sí, la música ordena nuestro silencio, pienso.

Para entonces ya todo ha acabado, estoy afuera y sufro una especie de trance que me obliga a agitar la cabeza al compás de un ritmo inaudible. La Plaza Antaras está desierta, casi a oscuras; un par de policías rondan por los pasillos. Cualquier rastro de glamour ha desaparecido y Polanco bien podría ser escenario de alguna pésima película de zombies. Algún yuppie borracho buscará su auto en el estacionamiento y los nuevos hipsters comentarán el concierto en algún antro disponible: Estuvo increíble, wey. Yo sólo me pregunto cómo diablos voy a regresar a casa, mientras un avión cruza el cielo haciendo vibrar todo el aire.